El fin de semana, cuando no tienes ganas de cocinar y lo único que quieres es relajarte con la familia y los amigos, un tradicional bocata de calamares madrileño puede proporcionarte una gran felicidad, sobre todo si encima lo puedes disfrutar en un ambiente singular y bien decorado como el de Garbel.
Hablemos un poco de historia... En el año 1940 Belarmino García adquirió una antigua bodega en pleno barrio de Chueca para convertirla en una taberna madrileña, con la idea de ofrecer la típica gastronomía local. Tal fue su éxito que los fieles parroquianos hacían cola para comprar sus famosos bocadillos de calamares y de tortilla. Poco a poco amplió su oferta y se consolidó como referente en la zona, hasta que en el año 2000 decidió dejarlo tras años dedicado con amor y mimo a sus clientes. Ahora su nieta, Carmen García Serrano abre de nuevo las puertas de esa taberna que tantas alegrías dio a su abuelo, respetando su nombre y concepto, pero actualizando su estética y oferta a los gustos de los clientes de hoy en día.